Un Viaje desde Westbury a Chillicothe

Laurence Barker (Museu Molí Paperer – Capellades, Informatiu núm. 07, 1997) (Hand Papermaking, Summer 1997, Volume 12, Number 1) English version

Prefacio

Como dice el filósofo- y a mi me parece cierto- la vida se vive en dirección hacia delante, pero se entiende mirando hacia atrás.

Desde que dejé Barcelona en 1995, he estado construyendo mi estudio nuevo en Sarasota, Florida (estoy a punto de acabarlo) – hacia delante – pero como los retrasos y los problemas técnicos frenaban un poco el proceso, he tenido tiempo y oportunidad para mirar hacia atrás. El resultado es este artículo que escribí para la revista Hand Papermaking en el cual explico mis experiencias con Douglas Howell y Dard Hunter, los dos principales precursores en el renovado interés en hacer papel a mano en los Estados Unidos.

El campo de este artículo está limitado y hay mucho más en mi retrovisor que no menciono, principalmente mi búsqueda quijotesca del arte y de la manufactura del papel a mano que me trajo a Cataluña en 1970. Como es natural, el Museo y molino de papel de Capellades sirvió, y continúa sirviendo, como faro para todos los aficionados al papel, ya sean conservadores, investigadores, artistas o solamente visitantes.

Mas allá de la historia bimilenal de papel, incluso ahora en este momento, el potencial para el romance y la aventura en una tina llena de agua y pulpa es enorme. Este es el trasfondo de los talleres de papel que organiza el museo cada verano, donde los participantes se mojan las manos formando hojas de papel y diseñando con la pulpa; ésta era la convicción animadora en las vidas de Hunter y Howell y continúa siéndolo para muchos de nosotros, atraídos por el mundo encantador del agua y la fibra remojadas.

Desde Miquel Palet i Domènech, asi como su padre Miquel Palet i Sendrà, y en especial Lorenzo Vendrell, hasta Victòria Rabal Merola, directora actual del museo, no puedo mas que agradecer encarecidamente todas las amables personas que me ayudaron a adquirir el equipo y el material necesario para hacer papel en mi estudio de Barcelona. Donde confieso que pasé veinticinco años de mi vida muy mojados y felices.

Un viaje de Westbury a Chillicothe

Se me ocurrió el titulo de este artículo hace unos meses. Creí que era una manera apropiada de enlazar a Douglass Howel -con quien estudié en Westbury ( Long Island)- con Dard Hunter, a quien conocí brevemente en Chillicothe (Ohio)- las dos grandes figuras de la manufactura del papel a mano de los Estados Unidos en el siglo XX. Estos dos hombres, cuyas iniciales son las mismas, prefiguraron casi la totalidad de las actividades papeleras que seguimos hoy en día, en la producción de papel a mano para libros y arte.

Existían entre ambos importantes diferencias filosóficas y temperamentales, como así demuestran sus personales enfoques sobre la fabricación de papel. Desde una perspectiva impresionista, basada en mis experiencias personales, intentaré identificar y examinar sus diferencias puesto que éstas tienen una significación importante sobre las actitudes actuales en esta materia, y probablemente han influido en la manera en que se está enseñando. Éste es el viaje que he imaginado.

En síntesis, hacer papel a mano por un lado es una tarea artesanal con una historia de dos mil años y por el otro es una actividad reciente en el mundo del arte. Es algo simplista, pero no es del todo equivocado, delimitar los campos primarios de interés de nuestros protagonistas a lo largo de esta falla. El primer D. H., Dard Hunter -como artista, diseñador de tipos, componedor, tipógrafo, viajante mundial, historiador del papel y autor- resucitó el arte de hacer papel a mano y su práctica comercial en los primeros años de este siglo. En este arte, Dard Hunter siguió los métodos y las practicas tradicionales del viejo mundo.

Si los esfuerzos de Dard Hunter no se hubieran extinguido, si hubiera dejado escuela, no tendríamos que hablar de otra resucitación del arte de hacer papel a mano de nuestro segundo D.H. Douglas Howell, unas décadas más tarde. Esta vez, en mitad del siglo, hacer papel a mano se dirigía en otra dirección. En su Curriculum Vitae Howell se describe así: “Artista profesional, escritor, grabador, tipógrafo, componedor, y profesor adjunto. Con conocimientos de seis lenguas y de sus bibliografías clásicas, historia, ciencia y filosofía. Diseñador de Ingeniería Mecánica, Escritor en las Estéticas de la Destreza.“ Los dos D.H. tenían un gran bagaje.

El método y la actitud de Howell fueron radicalmente diferentes de los de Hunter. Con delicadeza, como quien tiene dinamita en las manos, me gustaría ultilizar la palabra amateur. Su sentido despectivo es ahora tan extendido que vale la pena recordar que un amateur es una persona que hace algo por amor y no por dinero. A nadie se le ocurre decir que los esfuerzos de los atletas amateurs de las olimpíadas no tienen ningún valor. Tomando en cuenta estos sentidos positivos de la palabra, pienso en Howell como un artesano amateur de papel y visionario. Él si se hizo suyo un tema de verdadero significado -una perspicacia en la dinámica estética del papel-.

¿Qué es lo que hizo Howell exactamente? En esencia, comenzando por el diseño de sus batidoras de laboratorio hasta la reducción de la fabricación del papel a proporciones domésticas, Howell preparó el camino del papel hecho en casa -una revolución del sótano- y dedicó su vida a hacer papel de gran belleza y a tratar la pulpa como un medio plástico en si mismo, por derecho propio -una revelacion estética. Especialmente con su papel de lino gelatinado de fibra larga cambió para siempre la manera en la que hoy vemos y pensamos acerca del papel.

Douglas Howell comenzó una edad de oro del papel hecho a mano. No conozco ningún precedente histórico de las actividades de hoy: mires donde mires todo está en marcha.

Alguien que habla o escribe de Howell debe afrontar la difícil tarea de reconciliar la importancia de sus logros con la propia evaluación de su obra, siempre se sintió insatisfecho con la naturaleza de sus descrubrimientos. Me sentí obligado a recordarle reiteradamente que estaba muy equivocado. O sea, que la naturaleza de su logro estaba principalmente en el campo de la estética y que su insistencia en la importancia científica de sus investigaciones era desequilibrada dado que estaba perdiendo su propio público, es decir, los artistas y artesanos. A mi entender, el mundo académico no se interesaba mucho por los resultados de sus investigaciones. En este sentido estaba curiosamente en conflicto consigo mismo.

En una ironía final, a pesar de haber sido él quien había introducido la idea de hacer papel a una escala doméstica, se distanció de los que le seguían sus pasos con entusiasmo.

Después de mi seminario de dos semanas con Howell en el verano de 1962, volví a la academia de artes de Cranbook con la intención de fundar un programa de fabricación de papel en el departamento de grabados. Guiado nada más que por un sentido osado, escribí directamente a Dard Hunter, sin previo aviso, preguntándole si tendría, por casualidad, una pila holandesa de laboratorio que pudiera darnos para ayudar a la fundación del programa para hacer papel. Recibí una respuesta de Dr Harry Lewis, entonces director del museo de papel de Dard Hunter, en el instituto de química de papel. Dr Lewis explicaba que Hunter estaba en Puerto Rico catalogando incunables españoles para el gobierno local, pero sí tenía una pila holandesa usada de sobra que limpiaría y nos mandaría.

El título del artículo se refiere a un viaje en sentido metafórico, pero también hice un viaje real en coche a Chillicothe un año o dos más tarde, en el que pasé por delante de la autopista que va hacia Westbury. Llegamos a la casa de los Hunter en Chillicothe “Casa de Montaña” alrededor del mediodía del día siguiente.

El Señor Hunter nos invitó a entrar y fue muy hospitalario y cortés. Le pregunté de forma genérica: “¿Por qué encolar el papel?” Pero el contestó según su experiencia personal. Me explicó que había perdido una resma de papel cuando imprimía “Papermaking by Hand in America” (Haciendo papel a mano en EEUU), debido a la expansión y encogimiento de las hojas. En su boca sonaba como un problema meramente práctico: encolar el papel reduce el coeficiente de expansión. Hunter también confesó que desde su punto de vista el potencial artístico más grande del papel eran las filigranas sombreadas. Asentí educadamente.

Nuestro curso en Cranbrook era todavía nuevo y le enseñé muestras de nuestro papel incluyendo un anuncio de la visita a nuestra escuela del club Grolier en Mayo de 1963. En la exuberancia de mi juventud debí haber dicho algo que no interpretó bien, porque en un momento de repente me dijo con desdèn: “Cualquier tonto puede hacer papel. Pero el logro es el de hacer una resma cada dia.” Sin embargo no había nada personal detrás de su comentario. Estaba solamente declarando el credo de un fabricante, lo cual no debería haberme sorprendido, sin embargo yo no estaba del todo convencido de que lo más importante fuera la cantidad.

Mi visita de una hora larga con Dard Hunter terminó con una cortés despedida, mi familia y yo continuamos camino. Me marché con una frase lapidaria en mi cabeza: “Cualquier tonto puede hacer papel” -conciso, claro y breve. “El logro es el de hacer una resma cada día.” Ser un diletante o ser un laurente a jornada completa -la elección a que nos conduce Hunter desanima. La etiqueta amateur podría ponernos los pelos de punta, pero encontramos la alternativa – la vida es real/la vida es dura – deprimente y menos atractiva. ¡Suena sospechosamente a trabajo!

Muy pocos de nosotros aspiran a ganarse la vida haciendo papel y es una señal del cambio copernicano de los últimos veinticinco años que un nuevo orden de artesanos de papel -tontos ninguno- ha surgido. Un grupo cuyas investigaciones van más allá de la simple producción de papel. Esta situación se debe enteramente al ejemplo de Howell, a su producción artística a pequeña escala, como resultado de múltiples cruces de disciplinas. Más que fabricantes de papel, somos principalmente artistas trabajando con pulpa, y concedemos a este medio toda nuetra destreza y excelencia, en una sola palabra: nuestra profesionalidad. Puede ser que trabajemos todo el dìa en la tina para producir una obra de arte, una hoja de papel o una posta de papel, pero nuestra actividad no puede ser medida contra los estándares de la producción comercial de papel hecho a mano.

Comparados con la actividad de hoy en día, los métodos de Hunter eran más convencionales, pero esto no disminuía su papel de pionero, y su contribución a las artes del libro. Superando innumerables dificultades técnicas, Hunter estableció el punto de referencia con su “The Etching of Figures” (Grabados de Figuras), producido para la Chicago Society of Etchers en 1915. Quizás el primer libro de la historia cuya producciòn fue hecha enteramente por un solo hombre, éste fue un logro tremendo. Sin embargo son las diferencias filosóficas enre Hunter y Howell lo que aquí me interesan, y en particular éste último presenta ciertas contradicciones que merecen más consideracion.

Lo siguiente me servirá admirablemente como ejemplo de las cartas que Howell me envió.

24 de Enero 1992

Querido Laurence,

Una carta escrita con brevedad. Sepa que nunca terminé mis investigaciones. Han sido continuas.

En 1962 pensaba que tú estabas muy ocupado al comenzar el curso. Pensaba que sería mejor no complicar tu vida de entonces presentándote la Física Aplicada pasando por la termodinámica. Por eso nunca te enseñe lo que había en esa habitación especial. Paso a paso era la sabiduría. Y tú tenías que leer mucho para definir el significado exacto de Palabras en la Tecnología. Ademas… tenías que encontrar tu propio camino en la fabricación de papel a mano. Pero ¿te has aprendido “Lo que significa el qué?”

Con mis mejores deseos (firmado)

Douglass.

Esta carta refleja perfectamente el espíritu amable y generoso de Howell. Encontré conmovedora su preocupación por mis progresos en el mundo de la manufactura del papel hecho a mano, pero tengo que confesar que no recuerdo ninguna habitacion especial. Sólo recuerdo el laboratorio instalado en su garaje de Westbury. ¿Hay aquí alguna insinuación sobre actividades transcendentales? Sea cual sea su verdadero significado siempre le he estado agradecido, a partes iguales, por lo que Howell me dió y por lo que me ocultó. Me enseñó los principios básicos de la fabricación de papel a mano, que me han servido bien, pero probablemente intuyó, correctamente, que la “Fisica Aplicada pasando por la termodinámica” habría puesto a prueba mi pobre cerebro.

Howell había escrito, con tiza, “Qué es lo que significa el qué?” sobre un confucto de aire en su sótano. Probablemente representaba para él el equivalente de la Comprensión Verdadera – ningún campo de investigación era demasiado arcano para él y en sus últimos días estaba estudiando la ciencia medieval de Japón y también el sánscrito. De forma clara y efectiva se había contruido un laberinto sin salida. Sospecho que la Comprensiòn Verdadera de Howell tenía que ver más con un estado de gracia que con la acumulación de conocimientos.

Desde Chillicothe a Westbury, desde “cualquiera puede hacer papel” hasta “nadie merece hacerlo si no ha bebido anteriormente de la fuente de la ciencia,” dos puntos de vista que no podían ser más divergentes. No obstante juntos levantan una polémica pertinente. Muchos departamentos de arte de universidades están ofreciendo ahora cursos sobre la fabricación de papel a mano. Por supuesto éstos deben enseñar los principios básicos dando una estructura teorética. Es necesario y aconsejable, pero ¿cuanto es suficiente?. Yo intenté, sin éxito, presentar a Howell la idea de la selección intelectual, la clasificación por prioridades de conocimientos, pues no quería que todos los aspectos teóricos del papel fueran tratados por igual, de tal forma que llegaran hasta la exclusión del arte. Mi correspondencia con él exploró ese tema durante varios años.

Últimas preguntas como “¿qué es lo que significa el qué?” quizás quedan mejor escritas sobre conductos de aire para servir como recordatorios epistemológicos de nuestra comprensión imperfecta de este mundo. Como artistas que somos necesitamos husmear nuestros propios caminos hacia la creatividad y buscar inspiración donde podamos: en lo alto de una colina ventosa, en el arte e ideas o quizás de igual verosimilitud dentro de una grieta en la acera. Compartimos instrucción artesanal, pero entonces andamos sin rumbo fijo por nuestra imaginación. Necesitamos experiencia de primera mano, es una necesidad en nuestros circuitos. Nuestra actividad papelera esta impulsada por el Arte, nos conduce a formar y plasmar imágenes. El hecho de que funcionamos a través de los sentidos y ganamos conocimientos empíricos haciendo alguna cosa (no aprendemos tanto el porqué funcionan las cosas sino el cómo) explica porqué tanta teoría puede hacerse pesada.

Debemos ser capaces de trabajar sin complejos porque ya hay suficiente ansiedad que acompaña el acto creativo sin la necesidad de empeorarlo con una preocupación desproporcionada por las “Leyes Inmutables de la Física” y las exigencias de la química orgánica. Afortunadamente hacer pulpa de papel textiles y fibras vegetales de la manera antigua es el único terreno de la manufactura de papel artesanal donde las demandas de la ciencia son mínimas. Aunque estaba encantado por la ciencia del proceso, Howell reveló la simplicidad escueta del tratamiento básico de hacer papel de gran belleza. Ésta ha sido la puerta secreta de la valla del jardín para muchos de nosotros, y en mi opinión constituye el principal legado de Howell.

No es que los limites fueran siempre bien definidos, pero esencialmente Howell completó su obra artística hace muchos años, mientras sus investigaciones científicas continuaron hasta el final de su vida. Desde mi punto de vista este aspecto de su obra es problemático, los contenidos de su “habitación especial” todavía podrían darnos una o dos sorpresas. Él dio un título gráfico y preliminar a su colección de artículos y notas: My Bare Bones (Mi esencia -lit: Mis huesos desnudos), lo cual sugiere una destilación de sus pensamientos y observaciones. Un libro grande o pequeño, espero que alguien lo publique, porque sin duda ayudará mucho a aclarar sus afirmaciones científicas por las que sentía tanta pasión.

Viajando por el mundo buscando aventuras en la fabricación de papel, haciendo investigaciones históricas, utilizando papel hecho a mano en nuestros libros y en nuestro arte, detrás de todas estas actividades se encuentra flotando sobre nuestros esfuerzos el espíritu de Dard Hunter y Douglas Howell. Nuestra deuda hacia estos dos pioneros es enorme, la mía especialmente dada la amable atención y la generosidad que me mostraron. Consciente de mi buena fortuna, por eso, desde hace mucho tiempo, les estoy profundamente agradecido.